
Alcázar Genil
(Granada)
El edificio conocido en la actualidad como Alcázar Genil era originalmente una finca de recreo constituida por un palacio y su huerto localizados a las afueras de la ciudad musulmana, en la margen izquierda del Genil, junto al camino de Armilla y la rábita de San Sebastián. Remodelada en época nazarí, su construcción se produce según el granadino Ibn Al Jatib bajo la dominación almohade, en el año 1218, coincidiendo con el reinado de Abu-Ibrahim-Ishac. Sin embargo, Antonio Almagro data la configuración definitiva de este palacio durante el reinado de Yusuf I argumentando la existencia de semejanzas evidentes con el Salón de Embajadores y con otros epítetos, asociados al soberano, presentes en varias inscripciones de la Madraza o Universidad árabe y de los Baños de la Casa Real, obras promovidas por dicho sultán.
En los últimos años del reinado musulmán, el citado palacio y su almunia pertenecieron a la sultana Aixa (madre de Boabdil), que vendió la finca a un rico judío, de quién la adquirieron los antecesores de los Duques de Gor, sus propietarios hasta los años cincuenta del siglo XX, década en la que pasaron a manos del Estado. En el momento previo a la restauración, el inmueble es el resultado de una serie de intervenciones que enmascaran su auténtica identidad.
Está conformado por un cuerpo central o torre de planta cuadrangular a la que se añaden en 1863 dos nuevos volúmenes construidos, con el objeto de disponer de sendas viviendas veraniegas, fruto de la inspiración historicista de las intervenciones del momento. Esta adición es debida a Rafael Contreras, arquitecto conservador de la Alhambra, quien aplica criterios similares a los que emplea en las restauraciones que dirige en el famoso monumento. Con posterioridad, en 1888 se agrega a la entrada del inmueble un templete que responde a los mismos criterios y se despoja a la torre de su pavimento.
La fachada principal se abre al Sur y estuvo precedida por un pequeño jardín organizado en sectores mediante setos de arrayanes. Centrando la intersección de las calles principales que delimitaban el jardín, se situaba una fuente de suelo de reducidas dimensiones. A unos 150 m. al Este de la Torre, se extendía una gran alberca de 121 m. de longitud y 28 de anchura, donde según la tradición tenían lugar juegos navales, combates y enfrentamientos simulados en los que se recreaba la destrucción y quema de los galeones cristianos.
En planta, la torre principal aloja una sala cuadrangular de aproximadamente 5 m. de lado, decorada con gran suntuosidad y dos alcobas o alhamíes abiertas a ambos lados. Cinco ventanas aportan luz a la estancia en cada uno de sus frentes. Un considerable friso de mocárabes sustenta la armadura de madera de labor sencilla.
La intervención de corte historicista de Contreras merece un análisis detallado. Las escasas dimensiones del pabellón original y su carácter representativo animaron a la realización de un cambio drástico de sus valores como pieza aislada dentro de una finca de recreo para acogerse a las necesidades de sus propietarios. No hay conexión horizontal entre las nuevas viviendas que se construyen a ambos lados de este cuerpo original. Cada parte resuelve el acceso por la escalera mediante las pequeñas edificaciones situados en uno de los dos brazos de la “L”.
En esta restauración, desarrollada en la década de 1990, se respetan los pabellones laterales de Contreras como algo que se suma en un monumento histórico a la imagen del edificio original. Por el contrario, se desiste mantener los dos cuerpos menores fuera de escala y con una incidencia muy negativa en el proceso de integración del monumento con el espacio público circundante. Al eliminar estos desafortunados cuerpos, aparecen las traseras de los nuevos pabellones inventados, no obstante, se renuncia a repetir las ventanas historicistas concebidas en los restantes frentes, planteando unas “rajas” por las que penetra la luz a las escaleras interiores para realzar el elemento más importante: la “qubba”.
Como resultado, el pabellón original con sus dos alcobas queda incorporado al resto del edificio como una pieza singular de la arquitectura hispanomusulmana para recreo del público visitante. En cambio, los pabellones laterales de Contreras se organizan como piezas autónomas, sin conexión interior para respetar al máximo el núcleo antiguo de la edificación. Estos últimos, además, se consolidan estructuralmente de forma sólida, no sólo por constituir un apoyo importante para la construcción original, sino porque cualquier operación de reducción de lo edificado suponía poner en marcha un dispositivo de invención o interpretación que ofrecía serias dudas a nivel compositivo y estructural. No obstante, se llevan a cabo operaciones sutiles como la eliminación de las almenas colocadas para evitar la contradicción de los nuevos volúmenes creados o el rebajado y separación de las cubiertas de dichos pabellones con el objeto de destacar el cuerpo primigenio, cuyas alcobas se cubren a su vez a dos aguas dando una mayor coherencia a sus tejados.
El jardín, en el momento de la intervención inexistente, retoma un papel fundamental en el entendimiento del edificio. La trasera del Alcázar Genil se conecta a la nueva ordenación de la zona del Palacio de Congresos modificando sutilmente el muro de cierre y destacando mediante quiebros en su altura las partes añadidas del edificio original. El patio trasero se planta con laureles para recortarlos en forma de bola, de modo que se pueda contener su crecimiento en favor de un aislamiento necesario del muro inmediato, dejando constancia de su valor como vacío después de los duros aterrazamientos implantados en toda la zona.
Se mantiene la posición de la entrada desde el Violón, fruto de la intervención del siglo XIX e imprescindible para conectar con el espacio público que sirve como gran plataforma del Palacio de Congresos, pero cambiando su aspecto mediante unas terrazas ajardinadas; mientras que frente al edificio, en la parte correspondiente a su fachada original, se colocan parterres que se atienen a los que aparecen en documentos gráficos del siglo XIX, con la variante de la alineación de la alberca original. Finalmente, se proyecta un estanque en un extremo de la parcela recordando esa relación del edificio con el agua, pero sin competir con el que hubo frente a él. Los patios de naranjos dispuestos entre ambos rememoran su implantación agraria y su mirada hacia la vega, a través del gran estanque y los cultivos de huerta.
Restauración del patrimonio histórico
Arquitectura medieval hispanomusulmana
![]() Estado previo |
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![]() Comienzo de la intervención |
![]() Durante la intervención |
![]() Intervención en cubiertas |
![]() Alzado lateral y entorno |
![]() Alzado principal |
![]() Alzado trasero |
Pedro Salmerón Escobar
Arquitecto
![]() Plano de situación |
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![]() Plantas |
![]() Alzados y secciones |
RESUMEN DE LA INTERVENCIÓN
Restauración del Alcázar Genil de Granada (1994-1996)
Superficies
De la parcela: 2.139,17 m²
Construida: 276 m²
Organismo que realiza el encargo
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
Redacción de proyecto
Pedro Salmerón Escobar. Arquitecto
Elisa Entrena Núñez. Arquitecta Técnica
Juan de Mata Vico Rodríguez. Arquitecto Técnico
Estudio histórico
María del Mar Villafranca Jiménez. Historiadora del Arte
Arqueología
Antonio Malpica Cuello. Arqueólogo
Dirección de obra
Pedro Salmerón Escobar. Arquitecto
Elisa Entrena Núñez. Arquitecta Técnica
Juan de Mata Vico Rodríguez. Arquitecto Técnico
Restauración de yeserías y armadura
RESCON, S.A.
Ejecución de la obra
TREVASA, S.A.